rosa dorada y sola en el desierto,
si todo cuanto brilla fuera cierto,
cierto fuera también mi pensamiento.
Eterna mensajera del lamento
azul que se levanta de lo yerto,
¿por qué mi corazón, mi desconcierto
quiere tu resplandor como elemento?
Perdido entre las cruces y los cruces
de caminos que surgen de lo incierto,
tinieblas en mi voz ya son tus luces.
Eterna adolescente del instante
te buscaré en lo vivo y en lo muerto
y encontraré tu rosa de diamante.
Juan Eduardo Cirlot en 44 sonetos de amor (1971), incluido en Poetas órficos (Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2004, ed. de Francisco Ruiz Soriano).
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