¡Cesad, oh mis censores, en la disputa!
¿Cómo censuráis a un hombre duro de oído?
En un cervatillo la estatura de un pilar
es puro cristal que se mueve como una rama.
1
Sé amable con el joven, oh Tiempo,
y mitiga su cólera para que yo no me pierda,
ya que con los espíritus ha sido fiel;
incluso mi vida a él le ha sido encomendada.
Sus labios son almíbar y su faz es como el maná;
el sol, que de ambos viene, nunca se pone:
está en Oriente y en Occidente;
y su esplendor es exactamente como el del sol.
Y si él dijera: «¡sol en Gibeón
párate!», a sus palabras temeroso obedecería.
2
Si el cervatillo llega tarde a mi cita,
yo pondré suficiente recuerdo de su nombre.
Mi vida sería su rescate, si por mí
pusiera como rescate el almíbar de sus delicias.
Se regala cada día con el ornato
del sabio, y sus mejillas son como si
empezara el pelo a bordar alrededor de
sus rosas el bordado de un fino brocado.
No en vano en ellas está escrito:
«sólo él es el rey de la belleza».
3
Mi ley es la ley del amor;
de ella no me apartaré,
pues el soplo de mirro, que en mí ha soplado,
desde los días de la juventud he deseado.
Si amarga más su agua, yo en ella me abrevaré;
y si la endulza, la desearé ardientemente.
Un día ardió en mis flancos una chispa
de pena y no hubo ya para mí suelo firme,
excepto vino y un cervatillo generoso de corazón,
que tiene para el corazón algo precioso.
4
¡Levántate y canta, mi cervatillo, levántate y canta, perfecto
de belleza con respecto al «padre de la multitud»,
oro depurado en el crisol,
pues mi oreja se contentará en la multitud!
Al recuerdo del que viste beldad como indumentaria,
yo le pondré mi canto como cencerro.
Si la pena me aflige,
oh corazón mío, en lo agradable de su recuerdo reconfórtate; pero,
si marchándose, quiere apenar
mi alma, ¡ay, este día teme!
5
Mi corazón se desgarra a causa de
la gacela que de verle está sedienta;
y las lágrimas corren por unas mejillas húmedas y blancas,
que hacia el cielo levanta.
El día en que se le dijo: «ciertamente
está enfermo tu amigo», con amargura exclamó ella...
Mi corazón se va de mí;
¡oh Dios! ¿acaso me volverá?
Tan mal me duele a causa del amigo
(que está) enfermo, ¿cuándo sanará?
Yehuda ibn Samuel Ha-Leví, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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