El sonar de las norias ya se alzó,
y la voz de los mirlos.
Es nuestro buen momento,
puro, sin contratiempos.
Ea, pasa ya el vino
-¡mil veces dueño mío!-
sin que nadie lo ordene:
¡cógelo, más dorado
que los propios dinares!
¡hazlo pasar, brillante
como la luz del alba,
luz a luz respondiendo!
Más hermoso que un fuego
que divisara el ojo
del que tirita.
Sobre alfombras de flores,
en la orilla del Nilo
nos quedamos; las ondas
le convertían en rostro
lleno de arrugas.
Corrimos a porfía,
temprano, a divertirnos:
había gente seria
y amigos de la chanza,
señores de mezquita
y de burdel,
respetables, bromistas,
verdaderos y falsos,
que frecuentan lo mismo
salones que tabernas.
Expertos monjes coptos,
como tú bien conoces:
quienes son respetados
por todas sus bondades,
quien recita los salmos
con una voz de flauta.
Cual lunas entre sombras,
bajo sus albornoces,
rostros como pinturas
que a otros cuadros rezaran,
y bajo el cinturón,
las cinturas de avispa.
Estuvimos con ellos:
y no dejaron nada por hacer
ni nada escatimaron.
Nos pasamos un día memorable.
Como te lo has supuesto:
sin cálculos ni citas.
Di, pues, lo que desees,
y piensa lo que quieras.
Baha al-din Zuhair, incluido en Poesía árabe clásica oriental (Litoral. Revista de la poesía y el pensamiento, año XVII, nº 177, Málaga, 1988, selec. y trad. de Pedro Martínez Montávez).
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: