vacía tus bolsillos;
y llénalos con piedras
u otros objetos inmóviles,
guárdate también,
de esas casas de silencio
y no te hamaques
en el tiovivo de la luna:
sus caballos corren desbocados
hacia el vientre rojo de la noche.
No me acaricies si me siento absurda,
ni me imagines suelta,
fuera de nuestro tiempo:
mi luz se arruga si está sola.
Acuña tu propia moneda.
Respira
desde tu corazón.
Deja que tu laberinto construya
su respuesta.
Delfina Tiscornia en Ella camina sola (Olmo Ediciones, Buenos Aires, 2006).
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