A veces, de la muerte, hacia la tarde me hablas,
como si ya estuvieras quizás un poco ausente,
cual si tu corazón soltase dulcemente
los cabos de la vida que alzaste tabla a tabla.
Así, serena, me hablas del lar y los terrones
que no habrá que vender, y de los groselleros
que deben continuar ornando los linderos,
y de las migas que hay que echar a los pinzones
cuando en invierno pican del patio en los rincones,
y los diarios trabajos del doméstico afán,
que tus manos, ya libres, abandonado habrán.
Y tu voz fluye entonces semejante a un riachuelo
que se va humildemente por la pendiente lenta,
mas que hace, sin saberlo, reflorecer la menta
y lleva a las praderas pedazos de azul cielo.
Maurice Carême en Madre (1935), incluido en Cuatro poetas belgas de hoy (Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1950, trad. de Dictinio de Castillo-Elejabeytia).
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