El perfume suspira en el capullo: «¡Ay, se va el día feliz de primavera, y yo estoy preso en estas hojas cerradas!»
—«Espera, pobre perfume. Tu cárcel estallará, se abrirá en flor tu capullo; y muerto tú en lo mejor de tu vida, seguirá viviendo la primavera».
El perfume aletea, ahogándose, dentro del capullo, y suspira: «¡Ay, las horas se pasan, y yo no sé qué quiero, ni adonde iré!»
—«Espera, pobre perfume. La brisa de primavera te ha oído ya, y antes que muera el día, sabrás lo que deseas».
El perfume le grita desesperado a su oscuro porvenir: «¡Ay!, ¿quién me ha dado esta vida sin razón? ¿Quién me dirá lo que seré?»
—«Espera, pobre perfume. Ya está llegando la aurora perfecta. Y tu vida se va a unir a la vida total, y vas a saber por qué has nacido».
Rabindranath Tagore en La cosecha (Alianza Editorial, Madrid, 1984, trad. de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez).
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