viernes, 1 de junio de 2012

Poema del día: "La Minuciosa", de René Char (Francia, 1907-1988)

La inundación crecía. El campo raso, los taludes, los arbolillos dispersos quedaban encerrados en charcos que, al unir­se, a veces formaban lagos. Una alondra cantaba en el cielo demasiado gris. Aquí y allá algunas pompas quebraban la su­perficie de las aguas, cuando no se trataba de algún minús­culo roedor o serpiente escapando a nado. La carretera aún seguía intacta. Se distinguían las afueras de una aldea. Avanzábamos decididos y felices. En nuestro vagabundeo ha­cía buen tiempo. Yo caminaba entre Tú y esa Otra que eras Tú. Con cada mano apretaba vuestro pecho desnudo. Los al­deanos, desde los umbrales de sus puertas o atareados en los bancales, nos saludaban con benevolencia. Mis dedos les ocul­taban vuestra maravilla. ¿Les hubiera escandalizado? Una de vosotras se paró a conversar y sonreír. Continuamos. A par­tir de aquí yo tenía la naturaleza a mi derecha y, ante mí, la carretera. En medio de la cual un buey, a lo lejos, nos prece­día. La lira de sus cuernos —así me pareció— temblaba. Yo te amaba. Pero reprochaba a la que se había quedado por el camino, entre los habitantes de las casas, el haberse mostra­do demasiado familiar. Desde luego, ella no podía representar para nosotros sino tu infancia demorada. Me rendí a la evidencia. En el pueblo la retendrían la escuela y esa manera que tienen las comuni­dades aguerridas de contemporizar con el peligro. Incluso con el de inundación. Ahora habíamos alcanzado la linde de vie­jísimos árboles y la soledad de los recuerdos. Quise averiguar tu nombre eterno y adorado que había olvidado mi alma: "Soy la Minuciosa". La belleza de las aguas profundas nos adormeció.

René Char en La palabra en archipiélago (1952-1960) (Ediciones Hiperión, Madrid, 1996, trad. de Jorge Riechmann).

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2 comentarios:

  1. Un microrrelato con un tempo dinámico y un afactura perfecta: me gustú mucho.

    MI alma, también es minuciosa. Besos, amigos,


    Ann@ Genovés

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