René Char ha sido toda una sorpresa. No tenía noticia de este poeta francés hasta que Miguel Martínez, editor del blog Ateo poeta, tras un acto de la asociación Hetaira, me lo recomendó.
Aventurero, guerrillero antifascista en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, su poesía, lejos de buscar el panfleto fácil que otros buscan en la poesía cuando se enfrentan a situaciones semejantes, indagó, de manera bastante reflexiva, en torno a la condición del ser humano, más cercano a la poesía mística, de la que era gran conocedor, que a la poesía llamada social.
Los libros que he leído son Furor y misterio (1938-1944), Los matinales (1941-1950) y Aromas cazadores (1972-1975), agrupados en el libro Poesía esencial (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, Barcelona, 2005, edición biblingüe de Jorge Riechmann), aunque sé que Ediciones Hiperión tiene algún otro publicado.
Algunas de sus series de poemas parecen, más que poemas, los koan utilizados por la filosofía zen para la meditación. Por cierto, mi amigo Muhsin Al-Ramli, escritor iraquí, me dice sobre Char que fue un poeta muy leído el pasado siglo por escritores árabes como Adonis o Mahmud Darwish, entre otros.
Muchas de las poesías de estos libros tienen relación directa con su procedencia rural, pero, sobre todo, con su experiencia como combatiente: llegó a ser el jefe de la guerrilla anti nazi de su comarca. Pero este partir de su propia experiencia tiene dos elementos que me gustaría destacar. El primero, que su experiencia vital es interesante, frente a la anodina experiencia vital de muchos de los poetas actuales que parten de su yo para contarnos la increíble experiencia de montar en taxi, por ejemplo, o la puntualidad de sus reglas. Y el segundo es que René Char, partiendo de su experiencia, se lanzó, más bien, a la búsqueda del nosotros.
Soberbia me ha parecido la combinación de un lenguaje de tono popular, relacionado, ya digo, con la vida rural, con otro más culto que hizo recaer sobre él el calificativo de “oscuro”, en la línea de, por ejemplo, Paul Celan, quien conocía y gustaba de leer a Char. Y esto me recuerda otra paradoja, ya que he hecho referencia al zen, de este poeta francés: su calidad poética, su aura de guerrillero, la efervescencia antifascista en Europa hicieron que fuese un poeta conocido entonces, y que tuviese relaciones con el mismo Celan o con Paul Eluard o Albert Camus y muchos otros literatos y poetas; pero huyó del éxito y utilizó su pequeño pueblo natal para refugiarse. Al menos es lo que cuenta Jorge Riechmann en la introducción al libro.
También en sus textos, Char reflexionó en torno al hecho mismo de escribir poesía. Y, como buen lector del místico alemán Maestro Eckhart, se planteó la creación de imágenes, casi siempre cotidianas, para indagar en el ser y la nada. Respecto a sus textos más relacionados con su aventura bélica, destaca la crítica permanente del sentido de su propia lucha y la ausencia de heroicidad en el combate; todo ello reflejado, especialmente, en el libro Hojas de Hipnos, que está incluido en Furor y misterio. De este libro (he de reconocer que es el que más me ha gustado) destaca la importancia del conjunto para cada texto independiente y al revés: la importancia de cada texto para crear el conjunto, como si fuesen las piezas indispensables de un edificio.
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Hola Francisco, gracias por la selección de textos de Char. A mí me causó también una grata sorpresa descubrirle. Lo hice a través de un libro que considero inprescindible: El diccionario de símbolos de Cirlot (Ed. Siruela) -porque somos animales simbólicos- y en un mundo en que cada vez pesa más la imagen que el lenguaje entiendo que nuestra mirada convencional debe ser enseñada por la poesía -por esa que habla de un nosotros y nos acerca al hombre, a la humanidad-. Es citado frecuentemente en el libro La palabra inicial, de Hugo Mújica (Ed. Trotta), sobre la mitología del poeta en la obra de Heidegger. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya, jajajaja, tengo el libro de Cirlot que citas, pero no recuerdo a Char en él, jajajajaja. ¿Estaba y no lo vi?
ResponderEliminarPues ahora me pones en duda!! qué horror de cabeza: admiro lo bien que te tomas tu supuesto despiste, que, te aviso, seguramente no será tal, sino que mi pobre memoria -cuya más que probada disfuncionalidad a mí sí que me preocupa- se haya saltado algún paso: desde luego Cirlot me llevo a Char, ahora bien cuáles hayan sido los mistéricos caminos que me hayan llevado a ese hallazco, pues ya no sé: pensé que lo citaba en su libro (en el otro sí se le cita expresamente: seguro!! jaja). Un abrazo.
ResponderEliminarClaro, no es difícil equivocarse, lee uno tanto. Imagino que lo encontrarías citado en la introducción, tendría que releerla.
ResponderEliminarVoy a intentar descubrirlo, pero en francés, en original. Aunque existirán traducciones excelentes.
ResponderEliminarPor supuesto, te será mucho más agradable leerlo en su idioma original. Un abrazo.
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