Cuando las luces se encendían
vio el semblante de la mujer
cuyos ojos ya percibiera
en la penumbra de la sala.
Varias personas se le acercan:
¿conocía usted la ciudad?
¿cuántos días se queda aún?
Alguien propone ir a cenar:
está cansado y se disculpa.
Y la mujer siempre mirando
sin decir nada. Ya salían
cuando se puso junto a él.
En la calle le habló muy quedo.
Se apartaban y caminaron
silenciosos bajo la sombra.
José Agustín Goytisolo en La noche le es propicia (Editorial Lumen, Barcelona, 1992).
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