En la cumbre de la alegría
por el río de la dulzura
junto a la umbría deleitable
sobre el reino del esplendor:
tales lugares deseaba
a quien le dijo solamente
que iba con él a donde fuese
sin preguntarle si quería.
La miró mientras caminaban:
está jugando a formar aros
con el humo del cigarrillo;
tiene un aire de colegiala
cometiendo una diablura
en plena calle y a horas altas;
pero su paso es mesurado.
No puede haber nada tan bello
aunque es de noche. Ahora se alza
de puntillas para besarle.
José Agustín Goytisolo en La noche le es propicia (Editorial Lumen, Barcelona, 1992).
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