Cuando el agua bajo la ducha
la sacó de su aturdimiento
a ojos cerrados creyó ver
miles de gotas presurosas
salpicando toda su infancia
como si fuera una tormenta
de algún lejano veraneo.
En la estancia que les conduce
por los caminos de la noche
pide que seque sus cabellos
como le hacían cuando niña.
Luego corre hasta la ventana
y se encara al cielo asombrado:
estas horas pasarán pronto
llegará el día y el adiós
y quedará sólo la ausencia.
El frío roza su piel húmeda.
José Agustín Goytisolo en La noche le es propicia (Editorial Lumen, Barcelona, 1992).
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