La poesía de Rubén Vela (Santa Fe, Argentina, 1928) abre los espacios para el encuentro con la intuición, con la génesis continental. Su expresividad emana diversas circunstancias y giros para lograr su inserción en los resquicios íntimos y embriagantes en su modo personalísimo de crear su intensa y extensa obra, a lo largo de cincuenta años de oficio espiritual, con honradez, principios éticos inclaudicables y alta dignidad, tanto creativa como humana. Su apasionamiento estético conceptualiza vuelos desde la patria americana de siempre hasta la aldea global de nuestros días.
Su corpus verbal transforma acentos, incorpora registros, fortalece espacios y da origen a un orbe de resignificaciones y descubrimientos con el espíritu apasionado desde la lucha ética y la escritura estética. Su obra signa una aportación dialógica desde el cruce identitatario de América, en una confirmación de presencias y ausencias, de tiempos recobrados en la nostalgia de la vida en, por y desde América, junto con el planeta desde un plano holista.
A los lectores les propongo un breve recorrido por la intensa biobibliografía del Dr. Rubén Vela, quien nació en Santa Fe, Argentina, en 1928. Poeta, ensayista y crítico. Ostenta estudios en Diplomacia, en Argentina; graduado en Cultura Hispánica en la Universidad de Valencia (España) y en Antropología por el Museo Arqueológico de Cochabamba, Bolivia. Es periodista. Fungió como diplomático de carrera en Bolivia, Brasil, España, Australia, Costa Rica, Corea y Zaire. Realizó estudios de antropología y presidió la Sociedad Bolivariana de Antropología, asimismo, fue miembro del Centro de Investigaciones de Tiwanaku. En este momento, radica en Buenos Aires (Argentina).
Cofundador de la Fundación Argentina para la Poesía. Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Miembro de la Comisión Internacional del Mediterráneo, de la Asociación Argentina e Internacional de Críticos de Arte, delegado argentino de la UNESCO, miembro del Pen Club de Brasil, miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Brasil, entre otros. Su obra se encuentra traducida en diversos idiomas.
Entre los galardones que ha obtenido Rubén Vela destacan: Primer premio de Buenos Aires, Medalla de Oro de Santa Fe, Primer premio’ José Pedroni’, Premio Internacional del Pen Club de Brasil, Faja de Honor de la SADE, Gran premio de la Fundación Argentina para la poesía, Gran premio al mejor libro extranjero en Palermo (Italia), Gran Premio de Honor ‘Esteban Echeverría’ por la totalidad de su obra, últimamente, El Gran Premio de Honor de la SADE, 2006. El Gobierno argentino distribuyó 75.000 ejemplares de su obra, en un proyecto de difusión cultural.
Pasantía costarricense
Costa Rica tuvo la dicha en tener al Dr. Rubén Vela como embajador de la República de Argentina desde 1982 hasta 1985. Su trabajo cultural a favor de la cultura costarricense fue increíble. Le dio un empuje espectacular que aún recordamos. Editó libros, apoyó a los autores y artistas, patrocinó certámenes culturales y deportivos. Estrechó lazos y su único interés fue el crecimiento espiritual. Copatrocinó el Congreso Internacional de Literatura Femenina en América Latina, que trajo a muchísimos escritores e intelectuales a Costa Rica; una de sus coordinadoras internacionales fue la académica argentina Juanita Arancibia.
Hay un capítulo exclusivo e irrepetible que me une, desde Guanacaste (Costa Rica) a la vida y peregrinajes planetarios de Rubén Vela. Aún recuerdo el 30 de julio de 1982, a las 11:20 a.m., es decir, hace 25 años, cuando Rubén Vela, José Antonio Porras y Miguel Fajardo fundamos la revista costarricense Hojas de Guanacaste. Como testigos, su familia: Nina, Nicolás y Alejandra, así se consigna en una página de conservo con emoción y nostalgia del hacer antes que el decir.
Fue un proyecto espiritual y único que me correspondió dirigir. El auspicio y apoyo de Rubén Vela fueron increíbles y será irrepetible. De hecho, por respeto a Rubén y en memoria al extinto José Antonio, lo mantendré como una experiencia única. En dos años (1982-1984) publicamos 12 ediciones, 11 suplementos, 343 autores de 35 países, 837 poemas en 408 páginas, con una tirada de 6.000 ejemplares. En las páginas de los suplementos se difundió poesía panameña, mexicana, dominicana, china, búlgara, cubana, norteamericana, costarricense, así como la de los argentinos Juan José Ceselli, Alejandra Pizarnik y Raúl Gustavo Aguirre; la del chileno Alberto Baeza Flores y la del costarricense Isaac Felipe Azofeifa.
Aún recuerdo, con emoción, el viernes 29 de junio de 1984, cuando el Dr. Rubén Vela visitó el Liceo Nocturno de Liberia (Costa Rica) para dictar su conferencia “La poesía de América en nuestro siglo”. Igualmente, participó en el programa radial Análisis, en Radio Guanacaste, que provocó una altísima audiencia. Durante su visita se hizo el lanzamiento de su libro Radiante América, adquirido por muchísimos lectores guanacastecos, quienes hicieron fila para que Rubén les firmara el libro, recién editado, en ese momento. Durante su gira realizó un donativo a un grupo folklórico. Su espíritu filantrópico es parte ineludible de su presencia y personalidad.
En octubre de 1988 volví a encontrarme con él, durante mi viaje cultural a Buenos Aires, en ocasión de recibir el Premio ‘Alfonsina Storni’. Los dioses de la poesía quisieron que él estuviese en su patria, en ese momento, y pudimos compartir durante varios días en diversos actos.
Gracias a la Internet ha sido posible este reencuentro electrónico con el Maestro de la Patria Americana. Le solicité su más reciente libro y, como premio, he recibido su Obra poética de medio siglo, un exquisito regalo que deseo compartir con los lectores de tan internacional y prestigiosa revista electrónica de cultura, que dirige el escritor hispano, Francisco Cenamor.
La obra veliana
El gran poeta argentino Rubén Vela acaba de publicar una antología extraordinaria, cuya lectura nos permite vivir y degustar una poesía exquisita. Obra poética (1953-2004), Rubén Vela (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2006). El texto, de 23 x 16 cm., incluido en la ‘Colección Metáfora’, inserta 13 ensayos críticos sobre su obra poética, suscritos por estudiosos de diferentes partes del mundo, todos de gran prestigio intelectual, a saber: Delfín Leocadio Garasa, Bella Josef, Nina Thurler, Sebastián Jorgi, Yolanda Rosas, Julio César Forcat, Nélida Norris, Cristina Pizarro, Zoraida González Arrili, Marcela del Río Reyes, Marta de París, Juana Alcira Arancibia y el costarricense, Jorge Chen Sham.
Introducción a los días (Buenos Aires, 1953) inicia su peregrinaje poético. En él existe un deseo de alcanzar la totalidad, porque “un día lleno es solamente un sueño/ sin gestación ni fin”. Él ha buscado los pasos en todas partes. Es un convencido de que “esta vida de poeta haciendo posible/ lo que fuera de los comunes horizontes/ existe”. Su afirmación es así, dado que “Inútilmente procuraba/ desterrar lo que en mí ya no vivía”.
Verano, (Buenos Aires, 1954) es el segundo libro de la obra veliana. Su voz predice “el silencio que vive y me convierte en grito/ me alimenta de asombro”. “Una cosa sé/ amamos y morimos sólo por un momento”. Es una coyuntura incisiva para demoler la rutina y aspirar al crecimiento del espíritu alerta que lo anima siempre.
Escena del prisionero (Buenos Aires, 1955) es su tercer libro: “Me estoy vistiendo ajeno./ Nada de lo que tengo es mío”. Sobre el poeta expresará “¿Quién es ese hombre que se incendia a sí mismo como un edificio al sol, que traspapela sus memorias, una a una, buscando en sus bolsillos las amplias avenidas del porvenir”. No cabe duda de que la ajenidad es parte del proceso vital de la existencia cotidiana.
Veranos (Buenos Aires, 1956) continúa su magisterio lírico: “Morir es olvidar el arrepentimiento”, “Mi verdad de una mano no es mi verdad de otra”. En mi libro Ausencias (Costa Rica, 2005, p. 49) incluí el siguiente epígrafe que pertenece a este libro del autor argentino: “Para vivir hay que perder”. Dicho paratexto implica un reconocimiento a un poeta a quien admiro muchísimo, por su calidad humana y por su categoría literaria. Dicho ejemplar se encuentra en su residencia en Arenales, Buenos Aires. Ha hecho llegar un fervoroso criterio de lectura.
Radiante América (Buenos Aires, 1958) es un canto apasionado por su América de siempre. Rubén me ha enseñado, desde hace 25 años, a valorar la patria americana con intensidad de campana: “el sol de todo un día/ y el que no descansa por las noches (…) El sol, América,/ bandera ardiendo”. Pocos libros de poesía, honesta y limpia, nos alientan a sentir y amar a nuestra América como lo propone este texto veliano.
Poemas indianos (Valencia, España, 1960): “Delante de mí/ detrás de mí/ debajo de mí/ encima de mí/ alrededor de mí/ América/ su largo nombre/ su voz de adentro”. Una perspectiva holista de los contextos y los marcos situacionales de la interioridad.
Poemas americanos (Buenos Aires, 1963): “Mi jardín de piedras/ tiene también tu nombre:/ se alimenta de sed”. El íncipit de este libro es una toma de concienciación acerca de nuestra América Hispana, de nuestra América Latina como un todo, a partir de las individualidades geográficas que la componen.
Ocho poetas españoles (Buenos Aires, 1965). Es una antología crítica, donde analiza la obra poética de Carlos Barral, José Manuel Caballero Bonald, Gabino-Alejandro Carriedo, Ángel Crespo, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, José Agustín Goytisolo y José Ángel Valente. Una manera de ser es sentir. Rubén ha proyectado su palabra a otras voces y, desde ellas, crea y proyecta su pasión y su fervor por la poesía.
Poemas australes (Buenos Aires, 1966): “Incendiarse/ en/ la/ palabra./ Crecer/ en libertad”. “Aquel que no/ mate y resucite/ que abandone el/ Arte de la Poesía”. “Con la piedra fijé el nombre de mi raza./ Lo salvé de la segunda muerte,/ del olvido”. “El pájaro de la muerte,/ el siemprevivo”. La dialéctica de su discurso es reflexivo, punzante. Se advierte la profundidad de las palabras, las ideas estéticas de un canon poético personalísimo.
Vidas indianas (1958-1961). Incorpora una visión antropológica en su poesía. El registro temático es una constante que converge en sus nudos de significación. Sus enunciados son profundos e ideológicamente limpios. En Costa Rica editó una carpeta de 200 ejemplares, ilustrados por el Maestro Francisco Amighetti (ver retrato de Rubén Vela).
Los secretos (Buenos Aires, 1969): “Que no me digan/ que escriben simplemente,/ que dicen el poema/ sin pensarlo siquiera./ Que él nace porque sí (…) Que no me digan/ que se hacen poemas sin sudores/ sin una larga y violenta jornada de trabajo”. Aquí y ahora, este poema es una poética. Defiende el trabajo espiritual como una afirmación de vida, con un compromiso interior esplendente, una fe de vida para la poesía que se construye y crece, cuyo norte es el mejoramiento de la otredad.
La palabra en armas (Buenos Aires, 1971): “Cuando tuve hambre/ creí que dejar de tener hambre/ era conquistar la libertad”. “Cuando tuve sed/ creí que dejar de tener sed/ era ganar la libertad (…) en una ciudad sin hombres./ Encerré mi libertad./ Pero ella fue mía/ sólo por un instante”. Rubén sostiene que la libertad es un pasaporte para vivir mejor y con certeza. Una vida sin libertad es un encerramiento, bajar a la oscuridad; limitar con los descreídos, los cuales portan las máscaras del cinismo.
Maneras de luchar (Buenos Aires, 1981): “Las derechas matan a las izquierdas,/ las izquierdas matan a las derechas/ y el centro se muere solo”. “Por ese pan en libertad,/ tienes razón,/ vivimos”. Leer este libro de Rubén Vela es adentrarse en el ‘dossier’ de su alma, en el registro espiritual que nos hace crecer y ver la vida con otras expectativas, a favor de la justicia y la equidad, contra los deicidas y contra los sistemas que anulan al ser humano, vengan de donde vengan. El ser humano es integral, aspira y debe ser holista. No hay otra opción. Esa es una de las maneras de lucha de la poesía y, en particular, de este poeta argentino.
El espejo (Buenos Aires, 1982): “El poema es un acto de alarma”. Este verso fue el epígrafe que incorporamos en los doce números de la recordada revista de poesía Hojas de Guanacaste (1982-1984), que contó con el auspicio del Dr. Rubén Vela, diplomático y poeta de la legación argentina en nuestro país, en ese entonces. Este libro está cargado de signos de la simbólica cultural, es un texto de gran profundidad semiótica.
Crecer en libertad (Barcelona, 1983): “Incendiarse/ en/ la/ palabra./ Crecer/ en/ libertad”. Su tesis es una puesta recurrente para encontrar nuestra salvación en los valores más altos de la conciencia-libertad. No hay opciones, sino exigencias para ser libres y gozar de ese disfrute estelar.
Radiante América (Editorial Costa Rica, 1984). En nuestro país se hizo muy famoso su poema ‘Public Relations’: “¿Te mueres, te mueres/ campesino de América/ bajo el concreto sol/ del trópico?/ ¿Te estás muriendo/ de sed/ mi pueblo americano?/ ¿De hambre y a pedazos/ se te mueren tus hijos?/ No importa, no importa…/ ¡Coca-Cola refresca mejor!”. Esta edición se agotó rápidamente y fue una de sus cartas poéticas de presentación ante el público costarricense.
24 poetas búlgaros (Editorial Universitaria Centroamericana, 1984) en colaboración con Rumen Stoyanov. Al igual que su antología sobre poetas españoles, los investigadores nos acercan con los acentos poéticos de un contexto geográfico lejano, pero próximo en el espíritu. Del libro destaco las creaciones del gran Gueo Milev, Nicolás Vaptasarov, Radoi Ralín, Elisabeta Bagriana, entre otros.
Mesa de los pecados capitales (Barcelona, 1985): “Hijo mío, hijo mío/ quise darte/ la palabra exacta/el ademán preciso/ sólo te di el poema/ la mitad del mundo./ ¿Cómo me perdonarás?” Reflexiona, aquí, en torno de nudos de expresión esenciales, relacionados con el acontecer cotidiano.
La pasión americana en la poesía de Rubén Vela (Instituto Literario y Cultural Hispánico, EEUU, 2001). Recoge ensayos críticos e investigaciones sobre sus diversos libros poéticos. Editado por la crítica argentina Juanita Arancibia, de la California State University.
Obra poética (1953-2004) (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2006, 608 pág.) es una de las antologías poéticas más densas e intensas que he leído. El voluminoso ejemplar, pulcramente editado por la Vinciguerra de Buenos Aires es un archivo del espíritu luminoso del Dr. Rubén Vela, diplomático y escritor argentino, quien se enamoró de Guanacaste, provincia costarricense que visitó con regularidad con su familia y recomienda a su selecto círculo de amistades.
Rubén Vela es una alta voz de la poesía hispanoamericana, cuyo ejemplo de lucha por los ideales del espíritu signa una frontera abierta para escuchar su palabra, siempre abierta, en procura de los más nobles ideales, en pro del mejoramiento del factor humanidad. Para leer sus poemas y escuchar los textos musicalizados, así como el entorno de este poeta, les recomiendo visitar su web.
Compartamos, ahora, un poema, desde Alba de América, de este argentino universal:
Poemas con pueblo (IX)
Seré una piedra.
Seré el rostro de esa piedra.
Seré la memoria de esa piedra.
Seré la esperanza de esa piedra.
Seré la inicial de un dios.
Seré el relámpago de un dios.
Seré la sonrisa de una pampa abierta.
Seré la hoja de un maíz, seré su flor y su fruto.
Seré el cansancio de un hombre americano.
Seré su sed y su alegría.
Seré un día eterno y memorable.
Seré también América.
Lic. Miguel Fajardo Korea, Universidad Nacional de Costa Rica. Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica. miguelfajardokorea@hotmail.com
Estimado Francisco:
ResponderEliminarLe escribo desde la editorial escolar Estación Mandioca, por una consulta. Estamos tratando de publicar una obra del autor Rubén Vela, pero no podemos dar con él. ¿Tendría usted algún medio de contacto, un mail, por ejemplo?
Desde ya, muchas gracias.
Atte,
Viviana Herrero
Editora
Estación Mandioca
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