del cuerpo que asumió paisaje
intraducible, única música
de notas a ella únicas,
solos colores a ella solos,
siente la variedad a ese universo
sobre ella y sí cerrado,
y como el nauta se ase a su tabla
de perdición, o de las rocas
muerte prefiere a la esperanza
de las ondas volubles
—así se abraza, a la mirada
o se hunde en los abismos
del odiado incesante palpitar
—o ardiendo en el hogar que sólo el sueño
alimenta—, te absuelve
de las verdades prohibidas,
y ni una estrella abunda donde hubo
las que contar te fue imposible.
Ángel Crespo en Ni verdad ni mentira (1985-1994), incluido en Poetas órficos (Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2004, ed. de Francisco Ruiz Soriano).
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