Muchas veces olvido que soy un mendigo,
tonto y feo, y me río conmigo mismo.
Llevo una corbata, la camisa bien planchada
y los zapatos tan brillantes que allí no silva el viento.
Las calles se alegran al verme y me saludan.
Voy por ellas como un príncipe,
pero las vitrinas de las tiendas más distinguidas me descubren:
gritan que soy un mendigo tonto y feo.
Abdulrazaq Al-Rubayi en Arquitrave (nº 36, abril de 2008, Bogotá).
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