Sin herencia, apenas acomodado
entre una constelación de sillas
el hombre que sobrevivió desgaja
una naranja,
una de esas con la que alguna vez le explicaron la ruta
que sigue
nuestro planeta:
dulce y jugosa elipse.
Sé que mi interior no está dentro de mí,
sino que sigue
la vertical que se aleja,
la de los gatos que suben al tejado.
Me duele un sitio fuera de mí.
Estoy cruzando la línea donde el pecho
que se asienta en mis costillas piensa por sí mismo
y en todos los sitios donde tus miembros se doblan.
Avergonzada de mis hambres
como lo están los más hambrientos
dejo que la humedad agriete
aún más el muro
donde están escritas las oraciones formando trayectorias
y con mi dedo índice
trazo en el polvo algo
que se desligó del círculo para unirse al curso
que sigue el flujo de la sangre.
Valerie Mejer en de la ola, el atajo (Amargord Ediciones, Madrid, 2009).
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