Conozco muchos poetas a los que les gusta César Vallejo. Muchos. En cambio es un autor poco conocido a nivel popular dentro de nuestras fronteras. Lo que resulta algo injusto si tenemos en cuenta que fue uno de los grandes defensores de la España democrática republicana, dentro y fuera de España. De hecho, su libro España, aparta de mi este cáliz, está considerado como el mejor libro de poemas escrito en torno a la Guerra Civil española. Libro que, al margen de su posicionamiento en favor de la causa republicana, es tremendamente humano y su solidaridad con quienes sufren el desastre de la guerra se hace extensible a todos y cada uno de quienes la padecieron. Ahí está como ejemplo ese magnífico poema Masa que podría retratar a cualquiera de los soldados muertos en las batallas.
César Vallejo murió joven. Contaba 46 años cuando moría en París una mañana de Viernes Santo; moría “de hambre y de España”, según su biógrafo Hans Magnus Enzensberger. Lo cierto es que nunca ha estado clara la causa de su muerte. Un Viernes Santo, curioso día para morir un poeta que tanto utilizó la tradición litúrgica y bíblica católica en sus poesías (“...y que hay un viernesanto más dulce que ese beso”). En París estaba huyendo de la desesperación que le provocaba su amor por España y la caída imparable de la experiencia democrática española.
Había nacido en Perú en marzo de 1892, en Santiago de Chuco. De su tierra nos dejó en sus poemas unos retratos entrañables de las gentes, las costumbres, e incluso los animales: los burros de su tierra, símbolo de la ternura. Estudió y trabajó simultáneamente, lo que le hizo conocer el sufrimiento de los mineros de la mina o de los jornaleros de la hacienda azucarera en donde trabajó. Por fin consiguió trabajar de profesor en Trujillo, donde comienza a entrar en contacto con ambientes literarios. En esos años ha visto morir a su padre y a su madre y ha pasado un periodo de tiempo en la cárcel por un hecho violento en el que no está claro que participase directamente. En 1925 da el salto a España y recorre varios países europeos hasta que se centra en la defensa de la naciente República.
Su situación económica nunca fue holgada, al contrario, pasó grandes penurias a lo largo de su vida. Por eso resulta especialmente cruel el trato que le infiglió su compañero en la Asociación de Escritores Antifascistas Pablo Neruda cuando le arrebató el puesto de director de la revista de dicha asociación por puro afán de protagonismo, o más duro aún, cuando en plena miseria económica ya en París, Neruda se negó a publicar (y por tanto a pagar) los artículos que Vallejo enviaba (véanse las amargas críticas sobre Neruda de André Coyné, uno de los biógrafos más importantes del poeta peruano).
Respecto a su obra, César Vallejo es uno de esos pocos escritores que en lengua castellana supo conjugar un lenguaje llano y sencillo, con muchas referencias populares y cotidianas, con unos trasfondos sumamente intelectualizados, filosóficos e incluso teológicos. La maravillosa utilización que hace de lo religioso entronca precisamente con ese toque popular que supo darle a su poesía. Reflejó como nadie la tristeza que le producía el sufrimiento del ser humano, del ser humano concreto y del universal, pero siempre más preocupado del dolor ajeno que del suyo propio.
En 1919 publica Los heraldos negros, un libro que nos habla del ser humano, con una visión tierna y dura sobre el mismo, con una poesía todavía muy apegada a su tierra. En 1922 publica el magnífico libro surrealista Trilce, donde utiliza las palabras, inventadas incluso, y hasta los números, de forma magistral. Aunque reconozco que se trata de un libro difícil de leer si no es con un buen manual a mano; pero aún así, las imágenes que utiliza impactan aunque uno no las entienda demasiado. Escribió también teatro, narrativa, ensayo y artículos periodísticos. Y una vez fallecido se reunieron los poemarios Poemas humanos (el nombre lo dice todo de Vallejo) y España, aparta de mi este cáliz. Y también se recopilaron una serie de poemas en prosa, algunos de una gran belleza.
Una de las cosas que más sorprenden de Vallejo es el deslumbramiento que le producía el régimen de Stalin (aunque alguna crítica se atrevió a hacer). Claro que no vivió lo suficiente para llegar al odio hacia ese régimen, una vez desenmascarado, al que llegaron otros intelectuales y artistas de la época que también se vieron deslumbrados. Y sorprende porque la calidad humana que se desprenden de su vida y su poesía nada tenían que ver con la deshumanización tiránica del régimen comunista soviético.
Estimado profesor:
ResponderEliminarAgradezco este interesante e instructivo texto. Me ha gustado conocer estas faceta de la interacción entre dos grandes poetas. Su blog es un real aporte para quienes queremos aprender de la poesía.
Gracias Enrique, seguiré en mi labor entonces. Un abrazo.
ResponderEliminarCésar Abraham Vallejo Mendoza el poeta universal, orgullo de todo peruano.Felicitaciones por el buen artículo
ResponderEliminarNo me cansaré de repetirlo: para mí es el mejor poeta que he leído, y he leído cientos.
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