Longum illud tempus, quum non ero,
magis me movet, quam hoc exigum
Cicerón, Epistulae ad Atticum
Oh, si pudiera unirme al coro invisible
de los muertos inmortales que reviven
en mentes inspiradas por su presencia; vivir
en pulsos animados por la generosidad,
entre gestos de osada rectitud, en el desprecio
de tanto propósito miserable que se agota en sí mismo,
en sublimes pensamientos que penetran la noche como estrellas,
y cuya leve presencia incita a los hombres a buscar
ocupaciones más amplias.
Vivir así es vivir en el cielo:
componer música imperecedera en el mundo,
respirar un orden hermoso que dirige
con una influencia creciente la vida del hombre.
Heredaremos esta dulce pureza
por la que luchamos, perdimos y agonizamos,
con una nostalgia tan espesa que engendra la desesperación.
La carne subyugada no aceptará su sumisión,
igual que un padre vicioso avergüenza a su hijo,
tristes penitencias ansiosas, sus efectos se disipan enseguida;
sus desacuerdos se apagarán cuando descubran las armonías,
agonizarán en el aire espacioso y caritativo,
y lo más raro, mejor, y más verdadero de nuestro ser,
el que sollozaba su angustia en una canción religiosa,
siempre atento para aliviar la carga del mundo,
trazando laboriosamente el surco de lo correcto,
convencido de que todo puede mejorar; verá
una imagen más digna para el santuario,
y la formará delante de la multitud,
divinamente humano, elevando la veneración
a una reverencia superior y mejor mezclada con el amor.
Ese ser mejorado vivirá hasta que el tiempo humano
cierre sus párpados y el cielo humano se repliegue
como un pergamino no leído dentro de la tumba
para siempre.
Esta es la vida que vendrá.
¿Qué mártires nos han proporcionado más gloria
a los que nos esforzamos por continuar adelante?
Puedo alcanzar el cielo más puro, ser para los otros
la copa de fuerza que se alivia una gran agonía,
que enciende un ardor generosa, alimenta el amor puro,
engendra sonrisas sin una sombra de crueldad,
se convierte en la dulce presencia de un bien difuso,
¡y su difusión es cada vez más intensa!
Entonces me uniré al coro invisible
cuya música es la alegría del mundo.
George Eliot, incluido en Antología de poetas inglesas del siglo XIX (Alba Editorial, Barcelona, 2021, trad. de Xandru Fernández y Gonzalo Torné).
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