Soy mujer.
Soy silencio.
Y el silencio no debe decir «te quiero».
Repican las bellotas del otoño
los tambores de las calles:
bien sabe el silencio que el roble
se adentra en la solitaria blancura del invierno
avanza hacia el albor solitario del invierno.
Igual que el silencio hará madurar a la primavera,
sufriendo el profundo estremecimiento de las riadas,
así gemirás hasta que el hielo se quiebre.
Esto ya lo sabe la mujer.
Y el silencio también.
*
Puse sobre tu palma el corazón del bosque
y el arándano rojo te reveló cuan profundo
es el tierno altruismo de sus raíces.
Pero no lo entendiste.
Te entregué la esperanza silenciosa
y la lealtad de la pineda: una rama de pino verde
que soportaría la helada más atroz.
Pero no lo entendiste.
Salí en busca de un nido vacío.
En el plumón, la cálida sencillez del amor
y la tierna cercanía del cuidado diario.
Pero no lo entendiste.
*
¿Has visto alguna vez como arde la turba?
Ni gimen las llamas ni saltan las chispas chillonas.
Sólo silencio amargo,
tan amargo que quita el aliento.
Se ahogan sin ruido, ardidas, las estrellas de musgo
en la embriaguez insaciable del romero silvestre.
Sin ruido derrama sus tazas de oro
el musgo de pelo sobre las cenizas.
A la tierra hundida entrega el joven abeto
sus agujas y con ella muere…
Y cuando oigas, cuando por fin entiendas,
el porqué del resquemor acre del silencio en la garganta,
será demasiado tarde.
Habrá un hueco negro en la paz del campo
para que la nube pasajera devenga lago
y acune peces mudos en el regazo de sus ondas.
*
Y también la mar a veces calla y calla.
Ni la más ínfima gota rompe contra la orilla.
Aguarda la mar tan eternamente
que ni respirar se debe.
Entonces le digo:
“Oh, mar querida,
pequeña mar mía, criatura infeliz,
qué difíciles son estos días para ti.
Déjame ahuecar tus arenosas dunas de seda
y ponerlas bajo tu cabeza cansada.
Descansa un poco…
Sé que suelen cargarte las espaldas
sin preguntarte si podrás soportarlo.
Y te llaman mujer fuerte.
Qué tristes brillan hebras argentadas
entre tu cabello azul.
Tan joven y ya con canas…
Tan joven y tan cansada…”
Y la mar esconde sus ojos en mis manos
y tibias gotas de ámbar no cesan de caer.
Llora cuanto quieras… te sentirás mejor…
no escuches el silencio que cubre la tierra…
Llora la mar.
Vizma Belševica, incluido en Vallejo & Co. (23 de febrero de 2023, Perú, trad. de Rafael Martín Calvo).
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