Después de la luz caerán derribados
Los perseguidores del placer.
Se había visto una ventana negra junto al mar
Con islas fosforescentes
Todas ellas apuntaban al hígado.
En el fondo del mar desde la edad del hielo
Con el ácido que transforma de golpe las medusas en corales
Una noche que será más pesada que nunca a los párpados
Un revólver que en otro tiempo pudo haber sido la libertad
Yo soy ese revólver como el mimetismo es a la hoja-volante
Y tú la más bella entre las bellas.
No se sabe nada de la relación del fuego con el pico del pelícano
Ni de la pirámide de sal que devora el árbol del cerebro
Una luz pasa petrificando los espectadores
Y en la oscuridad sólo sangran sus pies y sus manos.
Yo me río del hombre que cae y de la mujer que no abandona su sexo
Como el soldado su fusil
Esa mano que aprisiona es un fantasma
Y yo soy más negro que nunca.
No podría traicionar a los amigos del insulto
A los niños que crecen sólo para el uso de una antigua armadura
Por deleitarme yo me consumo
Duro como el olvido que la sombra ha hecho de la luz
Negro como la maldición del más negro.
Más adelante el aire solidifica sus hermosos senos al aire
Todo el mundo desaparece menos un pequeño oasis que arde en el cerebro
Y que tú pueblas con innumerables hipocampos.
Desaparece para siempre el sonido de la tierra
Los árboles vuelven al hielo
El oído y el ojo consiguen la libertad con tal decisión
Que yo termino por entregarme a la rapidez cambiante de los sueños
Con vértigo.
Enrique Gómez-Correa, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
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