¿Hasta dónde, hijos,
queréis mi vida?
sólo me queda ese poco
que no se puede dar
sin acabarse todo.
Ya casi no me encuentro..
quisiera reconocerme,
siquiera un momento,
en el agua del tiempo.
Ese es mi rostro cansado:
brilla aún en el fondo
de la oscura pupila
una pequeña llama
de juventud
y una leve sonrisa recuerda
a la que ya nó soy.
Mas no me encuentro, hijos..
ya soy sólo esa sombra
que os sigue,
ese nombre sólo vuestro
que siempre suena llamando
y estas manos tendidas
en constante respuesta.
Tengo miedo y me busco
no sea que un día
de tanto pedirme
sólo encontréis la huella
de un rostro confuso
desvanecido en el agua
del tiempo que huye.
Alaíde Foppa en Los dedos de mi mano (1958), incluido en Poetisas desmitificadoras guatemaltecas (Tipografía nacional, Guatemala, 1984, ed. de Luz Méndez de la Vega).
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