El lunes tiene la cara larga
del sudor
y el olor de las fábricas cerradas.
Empero;
las calles del lunes de luz alborozada
con enjambres de obreros y serruchos,
clavos y maderas
brotan con alegres tonadas.
Arquitectos y albañiles
con igual levadura
se van de abajo para arriba
con largos balcones de cristal
y puertas jóvenes de tablas olorosas
pensando en los retoños de la selva.
Y el encino y el roble se hacen arcas
y tallados paneles.
El hombre sonríe el día lunes
y alisa flores de cemento.
Las horas del lunes
se acumulan como monedas
en los bolsillos
y luego estallan ramos de ilusiones
personales.
Se desviste el día,
lentamente las horas,
y se queda desnudo a las doce
hasta que idioma de silbatos
descascara los vientos.
Racimos de manos rudas
y racimos de ojos vigilantes
con acostumbrada pericia
fabricando salarios
se desempeñan
con raíces invictas.
De pronto,
muchedumbre de pasos
sobre los durmientes de la tarde
y el lunes
se pone la cara blanca de las estrellas.
Romelia Alarcón Folgar en Platafoma de cristal (1964), incluido en Poetisas desmitificadoras guatemaltecas (Tipografía nacional, Guatemala, 1984, ed. de Luz Méndez de la Vega).
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