Suele oírse decir que en las ruinas antiguas
casi nunca se encuentran huríes hermosísimas
Me preguntó si me gustaban las peras mojadas
Por eso me senté en la sillita de paja
La invité a bailar el vals del gran Rubén Darío
y no quiso porque estaban cerradas las tiendas
La ciudad redonda sus muros derribados
no es hoja de árbol para marcar un libro
Como de pronto dijo tener sueño
le tendí mi estupenda pluma estilográfica
Los dos arrastramos hasta nuestro rincón
el pesado mapa con aceite de oliva
Ya que los soportales carecían de sal
descendimos raudos la cuesta en mulas tordas
Ignorábamos si sería correcto o tal vez no
frotar las invitaciones con tomate
Sí sabíamos bien que encontrarse en la calle
con gente apuñalada es signo de mala suerte
No vayas a Madrigal de las Altas Torres
le dije Y va y se desabrocha la blusa de papel
La leyenda oriental del sultán viajero
con parasoles de ébano es confusa
Eran tantos los gorriones horadando el espejo
que nos apresuramos a guardar la aspirina
Eugenio Granell, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
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