I
Nacido en Portugal, de padres portugueses,
y padre de brasileños en el Brasil,
seré tal vez norteamericano cuando estuviera allá.
Coleccionaré nacionalidades como se cambian camisas,
se usan y se tiran, con todo el respeto
necesario a la ropa que uno viste y que prestó servicio.
Yo mismo mi patria soy. La patria
de la que escribo es la lengua en la que por azar de generaciones
nací. Y por la que hago y por la que vivo es este
coraje que tengo de la poca humanidad de este mundo
cuando no creo en otro, y sólo otro querría que
este mismo fuera. Pero, si un día me olvido de todo,
espero envejecer
tomando café en Creta
con el Minotauro,
bajo la mirada de dioses sin vergüenza.
II
El Minotauro me comprenderá.
Tiene cuernos, como los sabios y los enemigos de la vida.
Es mitad toro y mitad hombre, como todos los hombres.
Violaba y devoraba vírgenes, como todas las bestias.
Hijo de Pasifae, fue hermano de un verso de Racine,
que Valéry, el cretino, lo consideraba uno de los más bellos de la "langue".
Hermano también de Ariadna, lo envolvieron en un ovillo que se chingó.
Teseo, el héroe, y, como todos los griegos heroicos, un hijo de puta,
se rio en su hocico respetable.
El Minotauro me comprenderá, tomará café conmigo, mientras
el sol serenamente baja sobre el mar, y las sombras
llenas de ninfas y de efebos desempleados,
se ocultarán dulcísimas en las tazas,
como el azúcar que menearemos con el dedo sucio
por investigar los orígenes de la vida.
III
Es ahí donde yo quiero reencontrarme por haber dejado
la vida por el mundo repartida en pedazos, como decía
aquel pobre diablo que el Minotauro no leyó, porque,
como toda la gente, no sabe portugués.
Tampoco yo sé griego, según las más seguras informaciones
conversaremos en volapuk, ya
que ninguno de los dos lo sabe. El Minotauro
no hablaba griego, no era griego, vivió antes que Grecia,
de toda esa mierda docta que nos cubre desde hace siglos,
cagada por nuestros esclavos o, por nosotros cuando somos
los esclavos de los otros. En el café,
nos contaremos el uno al otro nuestras penas.
IV
Con patrias nos compran y nos venden, a falta
de patrias que se vendan suficientemente caras para tener vergüenza
de no pertenecer a ellas. Ni yo ni el Minotauro,
tendremos ninguna patria. Sólo el café,
aromático y bastante fuerte, no de Arabia ni de Brasil,
de la Fedecam o de Angola, ni de ninguna otra parte. Pero café
con todo y que yo, con filial ternura,
veré escurrirle desde la quijada de buey
hasta las rodillas de hombre que no sabe
de quién heredó, si del padre o de la madre,
los cuernos retorcidos que le ornan la
noble frente anterior a Atenas y, quién sabe,
a Palestina, y otros lugares turísticos,
inmensamente patrióticos.
V
En Creta, con el Minotauro,
sin versos y sin vida,
sin patrias y sin espíritu,
sin nada ni nadie,
más que el dedo sucio,
he de tomar en paz mi café.
Jorge de Sena en Peregrinatio ad Loca Infecta (1969), incluido en Antología breve de la poesía portuguesa del siglo XX (Instituto Politécnico Nacional, México, 1998, selec. y trad. de Mario Morales Castro).
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