La valla se come el letrero de
seguridad y desde entonces
diecinueve o veintisiete
cantilenas habrán sido entonadas
en Transilvania.
Los nombres en las escuelas
escuchan y atrapan
al hombre que nace.
Las minorías en la
carretera no son masas
que puedan impedir una guerra.
Embalan sus equipajes,
llenan de gas sus coches
y a las estaciones dan
la espalda.
Oskar Pastior, incluido en Arquitrave (nº 66, enero-marzo de 2017, Colombia).
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