Cuando cierre el Tiempo su puerta tras mi trémulo paso
y mayo agite como unas alas sus hojas alegres y verdes,
finas como la seda recién hilada, ¿dirán mis vecinos:
“El era de los que suelen advertir esas cosas”?
Si fuese al caer de la tarde, cuando, al modo de un parpadeo
leve, cruza el halcón nocturno las sombras, para posarse
en el espino del monte, que retorcieron los vientos, acaso
pensará el que lo vea: “Más de una vez él también lo habrá visto.”
Si parto en una noche muy negra, con volar de falenas y cálida,
cuando va por el prado el erizo, furtivo,
tal vez alguien diga: “Por que nadie dañara a esos pobres
seres pugnó, pero pudo hacer poco por ellos; y ahora ya ha muerto.”
Si cuando, al oír que por fin me ha llegado la paz, contemplando se quedan
en el umbral esos cielos llenos de estrellas, que mira el invierno,
tal vez pensarán, los que mi rostro ya no han de ver nunca:
“No pasó ese misterio inadvertido a sus ojos.”
¿Y dirán, cuando doble por mí la campana en las sombras,
y en su doblar ponga el viento una pausa
y, a poco, vuelva aquel son, como una nueva campana profunda
“No lo puede oir ya, pero solía advertir esas cosas”?
Thomas Hardy, incluido en Antología de poetas ingleses modernos (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de Marià Manent).
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