sábado, 12 de diciembre de 2020

Poema del día: "Círculos violeta", de Magda Portal (Perú, 1900-1989)

Humareda de angustia hasta ahogar las lágrimas de las estrellas.
Caminaba por el camino sin direcciones, estremecida por los fantasmas de la neurastenia.
Y es que en el fondo de las entrañas, con un chisporroteo tenue, sintió el hervor de una vida que no era la suya.
        AMOR
Pero es que el Amor encierra la única razón del Hijo?
Ya debiera encenderse dos ojos profundos la ceguera criminal de la Naturaleza.
Para qué?
Día a día, como un puñal que penetrara en una roca, se le clavaba la interrogación.
Para qué?
Todas las noches mirándose en el espejo de su carne — fatigada y enferma por el proceso lento, se le apretaba el corazón.— Y hubiera querido, con el espíritu de rodillas, amanecer como si fuera todo un sueño.
        PARA QUÉ?
Le quemaba el hierro de la pregunta.
Sus pulmones mordidos por la tuberculosis, su soledad, su vida sin objeto, vagabunda en la vastedad hostil de la tierra.
Para qué pues el hijo? La prolongación de las lágrimas mudas del abandono, del extravío? La prolongación de las miserias del mundo!
Y la negación rotunda no le rasgaba las entrañas.
Todos los días hervía un poco más aquel fermento del acaso.
De sus ojos brillantes y lánguidos salía a bailarle en las ojeras y en la cara extenuada.
Y en verdad sentía como si llevara en su vientre todo el dolor de la humanidad.
Los fantasmas de la neurastenia le hundían sus dedos en las celdillas del cerebro.
En sus ojos empezaron a inmovilizarse los paisajes más rojos.

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Cuando llegó la Hora, cayeron sobre sus pupilas los telones de la indiferencia.
Le miró curiosamente — como a una muñeca de biscuit.
Tenía claridad de aurora en las pupilas, y las carnes suavemente rosadas. — Era una niña.
Lloraba — estremeciendo la dulce masa de su carne.
Le envolvió en unos trapos y se echó a andar por las calles - como siempre no llevaba dirección.
Al fondo divisó en su mole blanca, el Hospicio de Huérfanos - Retrocedió — Incubador de esclavos y de asesinos.
Caminó en sentido contrario. — La masa negra del río, tan profunda y tan negra, que parecía inmóvil, copiaba el panorama del cielo.
Lo miró largo rato recostada en un árbol.
Después envolvió a la niña en su amplio abrigo, y sencillamente la arrojó.
El río se abrió en un punto para dejar pasar a la huésped — y se volvió a cerrrar.
Sólo un instante se quebraron las estrellas en sus ondas revueltas.
La MADRE tomó el regreso a su posada — bañada de indiferencia. —
Se insinuaba la aurora — como en los ojos de la niña.
Todos los pájaros lloraban.

Magda Portal en El derecho de matar (1926), incluido en Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935) (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, ed. de Mihai G. Grünfeld).


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