(Lucha Reyes fue una cantante de música criolla)
Mis fiebres, mis fatigas, mis mudanzas.
Mis 14 hermanos que no llegué a conocer.
Mi madre lavandera vencida por el peso
de sus sábanas tendidas.
O la otra, la real, la cotidiana,
mamá Clotilde,
peinándome, peinándome tan dulcemente
que siento una vihuela en los cabellos.
Mis cuartos de estera, mis callejones, mis corralones.
Mi rodar por las banquetas
como grano de frijol: del Callao
a Bravo Chico y luego al callejón del Buque.
Mis primeros valses cuando hacía gorgoritos
despatarrada como la estrellita de Cabrera Infante.
Mi sueño frecuente de la cena infrecuente.
Mi mal antiguo y pertinaz
devorando mis pulmones
mientras leo noticias como éstas:
Elecciones anuladas golpe de estado guerrillas en el Cusco
Javier Heraud muere asesinado en Puerto Maldonado
pena de muerte para Hugo Blanco...
Todas negras como mi maldito cansancio,
como los aplausos en Radio Nacional.
Mis ojos de sapo cantor y mis caderas de negra gorda.
Ya no soy la tímida muchacha que concursa en la tv
y canta en la Peña Ferrando imitando
a Toña la Negra, a la mexicana que tiene
mi mismo nombre, mi mismo apellido (coincidencia
catastrófica, horrenda coincidencia) y es tan borracha
y pobre como yo -y como yo da de beber
agua al sol en un dedal.
Pero tampoco soy la morena de oro del Perú,
aún no comprendo noticias como éstas:
golpe de estado nacionalizan Brea y Pariñas
masacre en Huanta y Ayacucho reforma agraria decreta
el general Velasco...
Y cómo pretender la voz más pura
sin traicionar a mis estrellas,
sucias de moho y esputo.
Y cómo pretender el vals eterno
sin dejar en las ventanas
sangre niebla smog
y no morir.
Tulio Mora, incluido en Ritmo (nº 20, julio de 2013, UNAM, México).
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