Les doy paso a los burros arrogantes y ávidos
tal si fueran campeones de carreras.
Sujetaré el caballo y gritaré a los desgraciados: “¡Suerte!”,
que adelanten y olviden sus genes de borricos.
Doy paso a las cornejas por sus negras mentiras,
pues no me importan nada ya que no soy su amigo ni enemigo.
A unos le crearon para el canto, a otros para graznar.
No me asusto de nada, matizo que corneja no es azor.
Doy paso a mis secretos enemigos.
Les llamo “la alta sociedad” y “el ejército heroico”.
Que ya disfruten de su gran victoria aunque sea tan solo una hora
y nunca tiren piedras de emboscada.
No entregaré mi gloria y mi lugar aunque sea tan solo a la raza argamak.
Y si el caballo fuera valeroso, se abrirá su camino.
Que gane no el más fuerte sino en reñida lucha el más idóneo.
¡Y rezaré por ello mi oración más sagrada!
Únicamente al águila no le cedo mi cumbre.
Ojalá nunca sea tal la grulla
que en vez de pelear conmigo busca mi tensa seducción,
crispándose en un baile extravagante: “Amo... no amo...”.
Mas no le cederé la preferencia a mi íntimo amigo.
Ojalá no intervenga con una enemistad entre nosotros igual que la serpiente.
Confío en que no manche su cuchillo con la inquieta maldad,
aunque siempre le engañe esa bruja fortuna.
En este mundo falso con las dudas luchamos.
Me enfrento, espero, cedo, pero en la hora tardía,
habré de resignarme, por supuesto, con mi muerte sin queja,
y que me diga al menos un día antes: “Prepárate ya voy.”
Dauletkerey Kapuly, incluido en Antología de la poesía kazaja contemporánea (Siglos XIX, XX y XXI) (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2017, selec. y trad. de Justo Jorge Padrón).
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