de mis propias palabras.
Un viejo diario basta, una memoria obtusa,
un muchacho que dice que dije y ya no digo,
y escritos ectoplasmas se levantan
de las cajas sepultas, como parientes jóvenes
que murieron de súbito, y aún no se percatan.
No van al cielo nunca las palabras.
Se quedan en la casa resignadas
a la conjuración, paseando sus ecos,
arrastrando de noche la memoria espectral de lo no dicho.
No se mueren del todo las palabras.
Conservan para siempre la mortaja raída
entre las sílabas, cierto aire gaseoso
y un rumor insistente de alma en pena.
Nunca descansa en paz lo que se ha dicho.
Resecada la letra, revuelta calavera
el cráneo de la hermosa que fue tema,
las palabras insisten en besarla.
No hay cruz, no hay luz, no hay voz,
no hay tinta de borrar que las aplaque.
Como amantes o erinas nos persiguen,
más allá de la tumba, las palabras.
José Luis Vega, incluido en Poesía de Puerto Rico. Cinco décadas (1950-2000) (Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2009).
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...es muy interpenétrante tu poema que trasciende el espíritu y lo afina a es mundo metafísico y poco común...pero real en la permanente transición que efectúa en nosotros...
ResponderEliminar...es un notable encomiable registro que pone exprésa la importancia de tus añoranzas y sentimientos...
...es para amarse esa inmensidad de tu poema...