sábado, 26 de octubre de 2019

Poema del día: "La—mer", de José Antonio Mazzotti (Perú, 1961)

Cómo empezar siquiera a pensar en decirte los moluscos de fuego
Que penetran tu memoria como chavetas deschavadas en la dicha
De la fusión de tu sabor salado y mi sabor salado y del sabor salado
De la conciencia perdida en el pozo verdusco de la infancia divina

Te hundes hacia el centro de la tierra con la facilidad del diluvio
Curvándote en ondas orondas que acarician los rayos hasta perder
El brillo de su oro en la similitud de la cueva su calor en el hielo
De redoma incognoscible donde nadan los mariscos invidentes

El silencio absoluto y placentero del primer día de la creación
Amanece en tu costilla asomando la cabeza del lejano anfibio
Que llevará ese silencio en la espalda como el manto de la eternidad
Dibujando su cola de esmeralda la imagen más oscura del deseo

Brilla su saludo orgánico de inversa nube su exquisita catadura
Irregular su timidez profunda que se moja de puro diamante
Penco de posishon por la derecha y posishon por la izquierda
A todos lados zumbando en el vaivén de los dióscuros esquivos

De ese bailar y venir nacieron los estíos electrónicos los haikai
Marinados risa franca de vino en las arenas turbias de la brisa
De su tonsura refrescada en lino y aromas de lavanda esponjas
Antediluvianas donde repta la lengua como una lula feliz

Los barcos que recorren tus ramas como alcatraces abiertos
Cuentan de tus playas donde el sol se pone tarde donde asoma
La luna en su reflejo tendiendo el camino para subir a besarla
Así acabe en sangre el intento de su mancha escandalosa

Esa luna se hunde en tu fosa para significar muerte y resurrección
Para esperar la hostia que purificará su rostro marcando su círculo
Cerrado e imperfecto sus cabellos dejados al aire como una bandera
Que agitará su cuerpo refinado de acróbata impertérrita y terrible

Abre tu misericordia Señora de las Aguas para que se refresque
Su trompa de roca de planeta en curso de colisión para que empiece
Una vez más el caos en el que todo nace en el que se cocinan los
Más exquisitos potajes las pociones inauditas las caricias perdidas

Saltarán los voladores y los martilleros buscarán imitarlos comerán
Su carne los escualos de afinados dedos los salmones del verano
En un bailén de vides y brisa briseida de mamparas de cristalería
Y tardes de fuego adorando al dios que se hunde en su alcancía

Cantarán los corales de ventosas rosadas por donde hoza la luz
A limpiarles los dientes a pulirlos para la fotografía para las eternas
Amebas que reposan complacidas por el pecado original por la manzana
Que excede su caída atravesando las estrías subterráneas y el abismo

Bailarán los crustáceos crocantes su cuerno de la abundancia su corona
Crónica de cantos simultáneos de primera eucaristía en el altar mayor
Mitra que se conecta con la fuente eléctrica de la ambrosía su imán
Potente de lava atemperada y pura donde muere la soledad del mundo

Comeremos ricosamente frutas innombrables porque su miga delicada
Hablará sola de las sonoridades que rasuran su sonrisa velluda su savia
Dispuesta para el manjar predilecto donde comulgan las almas perdidas
Redimidas ahora por el pacto sagrado de la música de la laguna esférica

Saludaremos la transustanciación en los pies de la especie sorprendida
De plata fundida en el fondo del bostezo umbrío de la parafernalia
De sus afanes / de su andar / de sus trenzas de carabela portuguesa
Pintando en las ondas el brillo de su espuma como un aerolito pálido

Mama Qucha todopoderosa que tragas monedas ahora tus islas plásticas
Se adueñan de las costas infantiles y enredan los cardúmenes ahítos
Soplan el solideo con la panza eólica avisan a los titanes furiosos que
Lloverán a adueñarse de los últimos recodos de la espuma amarilla

Saltan rocas de fuego como lluvia de invasores perfectos / espaciales
Alfan alfiles al fondo del funicular los buques tanques de tu partida
Se abolsan tus arrugas con sorpresa adolescente y se solazan firmes
En tus lamidas a la orilla que dejan su baba rojiza y sueños remendados

Esa mantarraya de cola interminable encrespa la aguja y va clavando
Su estirpe radioactiva ensartando los pez espada suavecito con la lengua
Afuera gritando a la parrilla los ojos desorbitados de espanto y pus
De botellas de oídos rayados por la cuchilla en la puerta del auto

Adónde Mama Qucha te han llevado como la momia de Mama Waku
Para activar los campos granados de barbas doradas bajo el equinoccio
Y el paso tranquilo al mundo de abajo donde pululan las erinias
Esas señoras que arpillan sus dedos para clavar la caricia imperceptible

Hasta aquí te trajeron maestra de las profanidades donde se mezclan
Los jugos las acequias los desagües exhaustos de residuos de la chicha
Fermentada los esputos de rencor y los flujos virginales todos juntos
Con tus piernas abiertas los recibes y lavas como a recién nacidos

En ti se deposita el relámpago incondicional donde terminan sus vidas
Esos ríos profundos de sangre hirviente esas quebradas indolentes
De chorros turbios y de chorros claros que lavan sus chucherías en
El absoluto inabarcable como el nombre de Dios tu vientre bendito

Perdónanos nuestras deudas y vuelve a abrirte para que tu boca
Reciba el aire enlutado de las turbinas las antenas cortaviento las
Tardes de la melancolía por no verte desnuda en tu piel turquesa
Donde acoderan sus sombras los adolescentes hechizados de amor

Cada vena tuya cada tendón tuyo cada sudor de tus poros es la alegría
De los delfines y los tritones y los monstruos de las profundidades
Donde reposa el calor instantáneo en que el padre acudía infalible
Rescatando al infante de la ola y la madre lo envolvía en la toalla plumada

Como tu piel reposa así reposa el fin del mundo así reposa la mandrágora
Que explosiona en tu fondo cerrado y llama a la resurrección de la carne
La bendición de los diluvios donde el vidrio se transforma en la joya
De tu camino de fuego en la tarde en la que Cristo se arroja a la hoguera

José Antonio Mazzotti, incluido en Ritmo (nº 20, julio de 2013, UNAM, México).

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