va dejando en la vereda una capa gruesa,
graffitis ilegibles, superpuestos, escudos
de clubes de fútbol y leyendas de cumpleaños
en la pared se han ido sumando de a poco,
sobre la mano de pintura que cada enero,
en unas horas, formatea la entera superficie.
La cruz de la farmacia titiló un instante
antes de prenderse y el custodio una vez más
como la figura dentro de un reloj cucú
salió y volvió a entrar. De punta a punta
del dial pasó agarrando pedazos de canciones.
Aunque una especie de empate hegemónico
mantiene así por el momento en equilibrio
las trincheras opuestas de la enfermedad
y la salud, la bisagra nunca está en realidad
tan lejos como uno piensa, parece decir
la chica que atraviesa ahora el espejo retrovisor
con unas radiografías o algo así en un sobre,
como los mensajeros que llevaban entre sus cartas,
sin saberlo, una con su propia sentencia.
Miguel Ángel Petrecca en El Maldonado (2007), incluido en Penúltimos 33 poetas de Argentina (UNAM, México, 2014, selec. de Ezequiel Zaidenwerg).
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