Acariciando una oreja se piensan muchas cosas, y no solamente el pensamiento se destapona sino que también oye, se mira y se huele en direcciones, con más ventanas. La carne por momento se desploma sobre sí misma hacia origen insignificante para luego sin más anuncio que un suspiro estallar buscando su meta de galaxia. Entre esos límites terribles está uno, buscando ese punto que los más sabios dan en llamar balance; allí donde afuera el río y adentro el torrente de sangre acomodan sus ruidos justamente a la medida de la pestaña y el pulmón y el dedo no se dobla inútilmente. Caben entonces en una uña, completamente comprendidos el uno al otro, el abismo más avasallador y la hoja más liviana.
Intentaré la rueda, puede entonces decir ella y desprendidos de su risa sus dientes me labran caminos en el hombro y alrededor del ombligo. Cuando digo río, quiero decir, ante todo, río; pero después por extensión, metáfora, juego o simplemente azar puede que quiera significar cualquier torrente o suma de realidades o pasado desbordándose hacia el frente, buscando de nuevo los agujeros fecundos.
José María Lima, incluido en
Poesía de Puerto Rico. Cinco décadas (1950-2000) (
Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2009).
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