jinete de antes, las encadenadas
almas de los juncales ancestrales
y talados bosques se sobresaltan.
Donde aquí, allá, en isletas de la selva
primitiva quedaron matorrales
súbitamente reviven ahora
los espectros de cuentos invernales.
He aquí el tupido y denso matorral,
he aquí el apagado canto viejo
agazapado entre la niebla sorda
desde nuestros bravos, tristes abuelos.
Afantasmado es nuestro otoño y corto
el número de hombres que lo pueblan:
y en el llano cercado de colinas
anda noviembre con gabán de niebla.
Con bosques y juncales el desnudo
llano de pronto da nuevo vestido
a su ser de noviembre, ser de niebla
envuelto en niebla de pasados siglos.
Todo es sangrar, todo es secreto.
Todo es opresión, todo antepasados,
todo es bosque y juncal, juncal y bosque,
todo es dementes, dementes de antaño.
Viajero de antes, extraviado emprendes
rumbos nuevos de pantanosas sendas,
pero no hay luz, y no hay llama de lámpara,
y ni noticias hay de las aldeas.
Las aldeas duermen enmudecidas,
con el pasado, tiritando, sueñan,
bisonte, lobo y oso fiero saltan
afuera desde el matorral de niebla.
Se oye el ciego trotar del extraviado
jinete de antes, las encadenadas
almas de los juncales ancestrales
y talados bosques se sobresaltan.
Endre Ady, incluido en Cincuenta poemas de quince poetas húngaros del siglo XX (Izana Editores, Madrid, 2012, selec. de András Simor, versión de David Chericián).
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