más allá de los aullidos de Escila,
hay un punto en que el barco se desploma del océano
y de los que han caído ya ninguno regresa."
Euríloco pensaba sentado en la cubierta
mientras sentía la brisa que hacía ondear las cuerdas
y palpitar las velas como ijares;
miraba aquí y allí, distraído y cansado,
los cabellos de Ulises, las manos de un esclavo
y oía desatento el rechinar de la madera
y el rumor de las voces en esa lengua antigua,
que es hoy una música perdida.
Allí estuvo el mar entre los remos,
transparente y elástico,
pero a los ojos de Euríloco sería
casi invisible de monótono
y la jornada larga, muy tediosa,
y nunca pensó que a cada instante
ese mar evanescente y poderoso
se le alejaba inalcanzable
y era imposible ya el regreso.
Verónica Volkow, incluido en Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005 (Ediciones Hiperión, Madrid, 2006, selecc. de Víctor Manuel Mendola, Miguel Ángel Zapata y Miguel Gomes).
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