los músicos de una sola función
que nunca empieza
perdieron instrumentos,
el polvo que permite
escribir varios nombres con el dedo
crece por capas,
una carta tristísima
de bienvenida
muestra el adiós de alguien
que siempre intenté amar.
El grifo tarda tanto en traer agua,
y suena como un radio del infierno,
suelta al final la gota temblorosa...
tubería de plomo
con las que lloran viejas casas.
Polvo, en todo polvo.
Sin embargo, el vinilo se ha salvado,
y la aguja fatal del tocadiscos
hace cantar, como hace veinte años,
Bajo un cielo de estrellas a Alberto Podestá,
un joven, como yo, sepultado entre asuntos.
Felipe Agudelo Hernández, incluido en Arquitrave (Segunda época, nº 57, septiembre-diciembre de 2014, Colombia).
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