ajena a vueltas de tuerca o punto de fuga.
No es bueno odiar a la tortuga
por el hecho de quedarse callada,
o por no ser enteramente alada
pero con esas señas particulares
¿quién se atrevería a amarla?
Si la fábula la hizo hablar,
en todo caso no le otorgó
el don de la conversación,
si en verdad habló, los ruidos
molestos de cada época
se encargaron de silenciarla.
Su plan está trazado desde un principio:
viene de un silencio ancestral
y lo que hará en adelante será callar,
o a lo sumo se debatirá en sordina
si quedarse inmóvil o irse
con el silencio a otra parte.
Eduardo Ainbinder en ¡Párense derecho! (2015), incluido en Penúltimos 33 poetas de Argentina (UNAM, México, 2014, selec. de Ezequiel Zaidenwerg).
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