De repente. En diciembre. Estoy en la nieve hundido hasta las rodillas.
Hablo contigo y no me contestas. Estás callada.
Mi amada, así es que ha sucedido pues. Toda nuestra vida,
la sonrisa, las lágrimas y el coraje. Tu máquina de coser
y todas aquellas noches de trabajo. Nuestros viajes finalmente:
—bajo la nieve. Bajo la parda corona.
Todo pasó con tal rapidez. Dos ojos que me miraban fijos. Palabras
que no comprendía, que tú repetías una y otra vez.
Y de pronto nada más. Dormías.
Y ahora yacen aquí. Todos los días, las noches de verano,
las uvas de Valladolid, la puesta de sol en Nemi
—bajo la nieve. Bajo la parda corona.
Velozmente como cuando se apaga un interruptor
se difuminan tras los ojos las huellas de todas las imágenes,
se borran del cuadro de la vida. ¿O no?
Tu nuevo vestido, mi rostro y nuestra escalera
y todo lo que llevabas a la casa. ¿Ha desaparecido todo
—bajo la nieve. Bajo la parda corona?
Amor mío, ¿dónde está ahora nuestra alegría,
las manos buenas, la sonrisa joven,
la corona de luz del pelo sobre tu frente, tu coraje
y esa abundancia de vida y esperanza?
—Bajo la nieve. Bajo la parda corona.
Compañera detrás de la muerte. Llévame contigo.
Los dos juntos ahí abajo. Veamos juntos lo desconocido.
Aquí todo está ya tan desierto y el tiempo oscurece.
Las palabras son tan escasas y nadie las escucha ya.
Mi amada, cómo duermes Eurídice.
—Bajo la nieve. Bajo la parda corona.
Rolf Jacobsen en Nattåpent (1985), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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