Después de una noche de conejos,
baja de la alcoba con el hocico seco, las orejas caídas,
hacia la sala iluminada
así como todos los días para entrar o salir
de su infierno privado deberá atravesar qué
¿los espinosos esquemas de un jardín?
Se pregunta si no es una exageración llamar “en celo”
a ese intimar de los insectos bajo la luz,
y si ese suave golpeteo de los insectos contra la lámpara
no es en una mínima escala
la tendencia de los mortales —no de los conejos—
a estrellar su lenguaje contra una pared;
se pregunta si no sería otra exageración
llamar a esa silenciosa colisión, a esa alianza momentánea
de cal, cemento, ladrillo hueco y palabras:
“una gramática”, usada por los jóvenes del mañana
para andar por ahí chillando vanidosamente: “Al infierno
o a la paz inservible, vence con el caos”,
en el caso de que mañana haya jóvenes
o siquiera un demonio niño, demasiado crecido para su edad,
que prefiera el caos a cualquier círculo del infierno.
Eduardo Ainbinder en Con gusano (2007), incluido en Penúltimos 33 poetas de Argentina (UNAM, México, 2014, selec. de Ezequiel Zaidenwerg).
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Maravilloso.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro de que te haya gustado.
Eliminarentre Cortazar y Benedetti una extraña historia en un bello poema...
ResponderEliminarBenedetti? Ainbinder tiene bastante más calidad, no le rebajes al pobre, jajajaja.
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