«...Mañana, cuando reposen como trozos de yegua al sol
la Santa Biblia y el Talmud,
reseco en nuestra boca estará el sabor
a sangre ajena, y el enemigo será sólo una palabra
repugnante a nuestra lengua. Maldeciremos
el tacto de la lluvia, el olor del mar,
la olla del crepúsculo. Ella, la Idea, finalmente refulgirá
como un pedazo de nieve a la Luna.
Yo no estaré. Entonces mis huesos hablarán por mí
Y este siglo de catástrofes y trágica grandeza
Penderá ante mis ojos que vieron el fulgor de la matanza. Entonces
Querré decir que no participé y que mi amor fue más hondo
Que el devenir de los espejos y las esferas naturales.
Maldeciré esta vida que atado al rejón me hizo ser lo que no era
Y miraré con amargura a los hijos engendrados en la mujer que no era
La mía robada por el espectro de la Idea.
La Luna cantará en la espalda de los héroes y otros ojos
Mirarán estas mismas estrellas
Y se preguntarán si estuvo bien que pensáramos en la inútil metafísica
En este siglo violento, entre el hedor de los hombres que amamos
Y la inmaculada muerte.
(Vida, soez bajel de todo lo humano
en nosotros. La Historia, como un buey en la noche,
nos arrastró a la Gran Aventura
y además poseyó nuestro cuerpo una intolerable sed de vivir
y agotar las formas de experiencia resecas en el tiempo
como muertas mariposas.)
Otros sabrán de Otro Mundo,
Porque la fatiga y los dioses que derramaron sangre en mis errores
Me anuncian que he perdido la pureza
Que soy el débil resultado de la circunstancia histórica
Marcado por el egoísmo de mi raza y señalado desde lejos
Por el dedo negro de la paridora.
Dormiré un largo rato aún, y luego bajaré a la playa
Y beberé, y escucharé las viejas voces de otros tiempos...»
Rodolfo Hinostroza, incluido en Poesía peruana. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2008, ed. y selec. de José Miguel Oviedo).
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