Cuajado de frutos el saúco; tranquila la niñez habitaba
en la gruta azul. Por el viejo sendero,
donde, parduzca, silba ahora la hierba silvestre,
medita la enramada en calma; el rumor de las hojas
como el del agua azul cuando suena en las peñas.
Dulce es el lamento del mirlo. Un pastor
sigue en silencio al sol que desciende rodando por la colina otoñal.
Un instante azul es sólo alma.
Por el lindero del bosque asoma un esquivo venado y apacibles
reposan en el valle las viejas campanas, los caseríos apagados.
Con mayor devoción conoces tú el sentido de los años oscuros,
frescor y otoño en estancias vacías;
y en el sagrado azul perduran resonancias de luminosos pasos.
Chirría con suavidad una ventana abierta; a llanto
nos mueve la contemplación del viejo cementerio en la colina,
memoria de leyendas narradas; el alma, sin embargo, se ilumina a veces
si piensa en hombres alegres, en dorados y oscuros días de primavera.
Georg Trakl en Sebastiam im Traum (1915), incluido en Tres poetas expresionistas (Ediciones Hiperión, Madrid, 1998, selec. y trad. de Jenaro Talens).
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