Caza a deshoras. Entra por la ventana volando papeles y geranios; rompe el orden de la vajilla más simétrica; interrumpe la lección equilibrista de la araña. No respeta la hora de la siesta, ni el sol de las cinco, ni la taza de té bebida bajo tu pelo claro. Nunca lo conocerás de frente. Ni cuando descubra que en tus ojos naufragan mis veleros y afuera la lluvia nos diga que todos los cuartos del mundo nos esperan. Tampoco cuando mi lengua afine el violín dulcísimo en tu espalda y al quemar las naves tu gemido esté más cerca del tallo que del fruto. A veces sentirás su presencia detrás de mis ojos, detrás de cada beso, monarca seguro en su silencio. Caza largas temporadas en otros territorios. Pero regresa. Me descubre al caminar de noche por la calle con el orgullo de tus pechos en mis manos. Viaja echado a mis pies en el autobús, entra conmigo en la casa, me llena el oído con su respiración y pasea sus mandíbulas por mi cuello. Busco la silla, el látigo, la pluma, el papel, la máquina y siento su garra hundirse sin esfuerzo. Entonces comienzo, sin saber a dónde voy con esta página, seguro de que sólo invadiéndola así podré vencerlo.
Vicente Quirarte, incluido en Tigre la sed. Antología de poesía mexicana contemporánea 1950-2005 (Ediciones Hiperión, Madrid, 2006, selecc. de Víctor Manuel Mendola, Miguel Ángel Zapata y Miguel Gomes).
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