El jaguar luminoso
sobre el muro de cuarzo
es la noche en llamas;
es la trama del agua penetrada de sol, su movimiento
cadencioso.
Sube al cenit de sus dominios,
entra en la claridad. En la abrupta
amplitud, su constelada piel es un destello,
la delicada y tibia floración del cristal,
un trazo breve sobre el hielo.
Piedra y cielo se tocan;
oscuros astros e inmensidad.
Templo de inalterada transparencia,
el día sostiene y ofrenda
el pleamar nocturno.
Coral Bracho en Huellas de luz (1994), incluido en Casa de luciérnagas. Antología de poetas hispanoamericanas de hoy (Ediciones Bruguera, Barcelona, 2007, ed. de Mario Campaña).
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Un poema de gran contenido imaginativo. Gracias, poeta.
ResponderEliminarHum, imaginativo. No sé, creo que ese templo existe de verdad.
Eliminar¿ ah, sí?. Cuenta, cuenta...
EliminarTemplo del jaguar. En algún lugar del Petén, en Guatemala. La antigua ciudad maya de Tikal.
Eliminar"Jaguar" y "cuarzo" son palabras que parecen llevar a otros lugares... como muy cercanas entre ellas. Saludos.
ResponderEliminarSi, una combinación de palabras con mucha energía.
EliminarQuerida Esther: la proximidad es, en principio, musical, aliterativa: (ja)GUAR/CUAR(zo)... pero también, allá de lo sensorial, semántica: 'dureza' etc entre otros semas... Un abrazo del Pere!
ResponderEliminarCon "muro" en medio, no lo olvides.
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