Son muy largos los brazos de la gente mundana.
Se extienden sin cesar a oriente y occidente.
Pero son muy cortos los brazos del ermitaño.
Nunca, ni una vez pueden extenderse hasta otros.
La gente mundana no desea comprender
a los amigos de los monjes de brazos cortos.
Aún más, si recién nos llegamos a conocer
¿quién protege al pobre y necesitado del monte?
Mis brazos, por ser muy cortos, no llegan hasta otros.
Los brazos de otros que me llegan no son de amigos.
Ah, ¿cómo puedo alargar mis brazos más y más
para tener amigos en los cuatro mares?
Monje Weongam en Weongamrok (1920), incluido en Manioshu. Colección para diez mil generaciones (Ediciones Hiperión, Madrid, 1980, ed. y trad. de Antonio Cabezas García).
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Gran sabiduria. Gracias.
ResponderEliminarMelancólico.
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