Uno tiene sus hinchas,
su torcida, su banda chica;
uno tiene quien salga por sus fueros
aunque en sus adentros ya no le entren más autogoles.
Uno tiene su barra bien organizada,
su hombre de la campana, sus tontos útiles y fogosos,
su director técnico que pueda justificar técnicamente
cualquier abultado marcador en contra.
Uno tiene quien grite por uno,
quien se parcialice con uno
por más fauleadas que hayamos cometido,
por más posiciones adelantadas,
por más tiros penales que hayamos pasado por alto
(por lo alto del arco, se entiende)
por más que habiendo estado a las puertas de un gol coreado
hayamos mandado a la cabeza hacia un córner sin sentido.
Uno suda su camiseta todo el tiempo reglamentario
o en los minutos de descuento
cuando ya se ha perdido toda noción de lo que estamos descontando.
Cuando el silbato entra como un diente frío al cerebro destemplado
uno comprende que todo ha terminado,
que todos han salido a través de largos túneles
y que acá, en el interior, donde poco antes caía el color serpentinas,
ha empezado a caer una tristeza pertinaz
una tristeza monumental como este estadio lleno.
Tristeza que es la que en definitiva
termina por inclinar al marcador
a favor indiscutible de la derrota.
Sonia Manzano en Carcoma con forma de paloma (1986), incluido en Casa de luciérnagas. Antología de poetas hispanoamericanas de hoy (Ediciones Bruguera, Barcelona, 2007, ed. de Mario Campaña).
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Tiro al negro con resultado blanco
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Hermoso. lo publique por tweet
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Gracias por compartirlo. Un abrazo.
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