¡Sé tú mi consuelo, callada tristeza!
Huyo hacia ti con tantas heridas,
nunca me quejo de mi pena ante los felices:
así calla el enfermo ante el sano.
¡Oh, soledad, qué suavemente me refrescas,
cuando mis fuerzas declinan!
Con ardiente anhelo te busco:
así busca el caminante, cansado, la sombra.
Aquí lloro. ¡Qué injuriosa es la mirada
con la que con frecuencia soy compadecido!
Ahora, lágrimas, no os detiene nada:
así baja el rocío de la noche sobre la tierra.
¡Oh, que tu gracia, querida soledad,
me traiga a menudo la visión del sepulcro!:
así atrae la oscuridad del atardecer
hacia la paz profunda de las bellas noches.
Johann Timotheus Hermes, incluido en El Lied clásico. Haydn, Mozart y Beethoven (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, selec. y trad. de Judit G. Viloria).
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un final revelador de una postrada melancolía
ResponderEliminarun abrazo
Muy Romántico todo.
EliminarResignada,casi apasionada melancolía.
ResponderEliminarSi, el culto a la soledad, por mucho que sea pintada por poetas como negativa, es una constante.
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