Nadie le entendía que quería amarrar
la noche, coagular el transparente frío
en la memoria.
Y corría perseguido, apedreado por el sueño.
Como alacrán de fuego en las ventanas del aire
se sentaba a oscurecer la sombra,
a pulir los azadones de la amargura
que habían quedado mal limpios.
Quién lo viera por el vastísimo río del amanecer
escapando, volando aparatosamente
hacia la nada.
Pero era imposible, porque a su desvencijado
cuerpo, a los ternísimos portones de su pecho
había llegado ya la soledad
Henry Luque Muñoz, incluido en Poesía joven de Colombia (Siglo veintiuno Editores, México DF, 1975, selec. de Gilberto Abril Rojas).
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