Me he tendido en el suave jardín del monasterio.
La iglesia se adormece bajo el sol de verano.
Se doran los cipreses del viejo cementerio...
¡Quiero cantar la estrofa de un himno gregoriano!
Allá en la lejanía, recogidos y graves,
unos monjes, calada la capucha, meditan.
Pero el ambiente es cálido, se estremecen las aves,
la tierra aletargada vierte efluvios que incitan.
Inflexible la voz de la campana reza,
en el cristal del día se desnuda su alarde.
¡No he podido rezar!... Me invade la pereza
esparcida en la densa laxitud de la tarde.
Sumergida en las hierbas perfumadas y untuosas,
ante un monje muy pálido, de figura de asceta,
por absurda ilación de paisajes y cosas...
¡Me acuerdo de Tais y del anacoreta!
Cristina de Arteaga en Sembrad (1925), incluido en Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27 (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2010, ed. de Pepa Merlo).
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