Donde hace tres meses le había dicho su amigo:
«No tenemos dinero. Somos dos muchachos
pobres — habituados a los lugares miserables.
No quiero seguir más contigo,
hay otro que me busca, y me gusta».
Ese otro además ofrecía dos trajes y algún
foulard. — Para recobrar a su amigo
hizo todo lo posible, y consiguió al fin veinte libras.
Así volvieron a estar juntos. Gracias a veinte libras;
pero también por su vieja amistad
y su viejo amor, su profano amor.
— El «otro» era un embustero, un verdadero cualquiera;
sólo le había encargado un traje, y
además, con mil zalamerías.
Ahora su amigo ya no necesita de trajes,
ni tampoco de pañuelos para el cuello,
ni de veinte libras, ni de veinte monedas.
Lo enterraron el sábado, a las diez de la mañana.
Lo enterraron el sábado: hace casi una semana.
Sobre su caja barata él colocó unas flores,
encantadoras flores blancas que iban bien
con su belleza y con sus veintidós años.
Por la tarde cuando vuelve — después de su trabajo,
hay que ganar el pan — al café donde
solían ir juntos: como un cuchillo en su corazón
es ese oscuro local al que solían ir juntos.
(1929)
Constantino Cavafis, incluido en Poesías completas (Ediciones Hiperión, Madrid, 1991, ed. y trad. de José María Álvarez).
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