1
Soy un viejo que fía en sus neuronas,
un calamar sañudo, un nigromante;
mientras tiemblan las mitras y coronas
en la noche del lobo y del mutante.
2
Borges no puede verse en el espejo
porque se enfrenta al marco de un retrato.
No es sólo error del cristalino viejo
ni de un sensual oculto en un pacato.
3
Macedonio que esconde en un ropero
la bombilla de luz del pobre cuarto,
corrije, una vez más, su nacimiento,
harto de ser y de razón más harto.
4
John Donne oye disculpas de la dama
porque tus huesos con los suyos nunca
ató la crencha de color de llama;
bien que te dicen de la vida trunca.
5
¡Salud! Gonzalo de Berceo. El vino,
duras jornadas de cuaderna vía
escritas en román del paladino:
—Salva al pobre ladrón, Virgen María—.
6
Profesor de nostalgia y mal de amores,
del susurrado verso, Garcilaso.
Después vinieron otros resplandores:
Elisa o Isabel y aquel flechazo.
7
Bernart de Ventadorn, tú me enseñaste
la aflicción, la belleza del segundo;
del amor que no borra ni el desgaste
ni los ejecutivos de este mundo.
8
Pound permanece en Pisa y en la jaula,
sólo un soldado negro lo conforta,
Escribe, porque el hilo ya: se corta,
contra la usura, contra el falso, el maula.
9
En la tercera estrofa el verso cojo
denuncia el son que en el oído apaga;
y la muerte previene, cuando amaga:
—no mires mi puñal, mírame el ojo...
10
Soy un viejo que duda de su sombra
Que advierte su doblez y su ignorancia.
Escribo —alucinado— por constancia
y por una mujer que aquí se nombra.
11
Sabines ya no puede con la vida:
—hay tanta muerte, hay más que un mar de muerte!-
El cacto permanece, no el suicida:
hay que arrancar la muela, hacerse fuerte.
Washington Benavides, incluido en Poesía uruguaya. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2010, ed. y selec. de Rafael Courtoisie).
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