¡Que Dios me guarde al navegante!
La ola está sedienta de él,
el caballo de espuma se le sube a la barca...
para que juegue el oleaje.
«¡Ola, lava mi pena!»
¡Alumbra, rayo, el borde de las rocas!
Las hojas sueltas son arrastradas a tierra,
y las olas golpean la mano del que nada:
¡y las olas arrastran al chico, en remolinos!
«¡Ola, lava mi pena!»
¡El pescador agarra el pelo del muchacho!
Cuando, con gran esfuerzo, logró alcanzar la orilla,
¡ay, salvó para el féretro
el cadáver del hijo!
«¡Ola, lava mi pena!»
¡Cual una gaviota, el alma vuela lejos,
y avisa a pescadores, en el puerto agrupados!
¡El lugar de infortunio, al oro matutino
brilla cubierto de corales!
«¡Ola, lava mi pena!»
Adele Schopenhauer, incluido en Antología de románticas alemanas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, ed. y trad. de Federico Bermúdez-Cañete y Esther Trancón y Widemann).
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